Federico García Lorca: Una estela inolvidable

El año 2019 ha sido el “Año Lorca” celebrando el centenario de la llegada a Madrid del poeta, por lo que vamos a hacer nuestra pequeña aportación ofreciendo este homenaje a Federico García Lorca, personaje indiscutiblemente único y cuya estela humana y literaria, llega hasta nosotros aún muy viva. Fue un artista completo, interesado por todas las facetas de la creatividad humana: poesía, teatro, música, dibujo…
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Participó de Las Vanguardias y, por supuesto, de La Generación del 27, grupo de intelectuales que renovaron el panorama literario español, fusionando las nuevas vanguardias que llegaban de Europa, con lo tradicional. Su trágica muerte no hizo sino alargar su sombra en la que conviven hombre y mito. Desde niño intuía que iba a ser artista, pero no escritor: creía que iba a ser músico. De pequeño aprendió a ejecutar en el piano las obras más complejas: ya en su primera juventud maravilló con sus conciertos hasta a los músicos más exigentes como Manuel de Falla, que llegaría a ser su amigo. Aunque escribía versos desde que aprendió las primeras letras, le llevó casi veinte años descubrir que la poesía era su destino. Las vidas de Lorca y Antonio Machado se cruzaron de una manera casual en Baeza y determinó en Lorca su vocación literaria. 

El encuentro congregó a varios profesores con los estudiantes, y en él Machado recitó varios poemas suyos; algunos inéditos y otros de su amigo Rubén Darío. Esa misma noche, el Casino Antiguo acogió una nueva velada poética y musical en la que Lorca interpretó al piano algunos fragmentos de música clásica. Ese momento fue decisivo porque al año siguiente, en 1917, Lorca regresa a Baeza ya no como músico, sino como gran poeta. 

 

Traslado a Madrid

En la primavera de 1919, Lorca se traslada a Madrid—gracias a la ayuda de Fernando de los Ríos— convenciendo a sus padres para seguir sus estudios en la Residencia de Estudiantes, que era en aquella época un hervidero intelectual que acogió a grandes figuras. Entre los años 1919 y 1926, se relacionó con muchos de los escritores e intelectuales más importantes de España.


Entre 1919 y 1921, Lorca tuvo ocasión de conocer a Juan Ramón Jiménez, que influiría en su visión de la poesía y con el que llegaría a tener mucha amistad. Fernando de los Ríos escribe una carta para que Federico se presente con ella a Juan Ramón Jiménez en la que dice: “Ahí va ese muchacho lleno de anhelos románticos; recíbalo Vd. con amor, que lo merece; es uno de los jóvenes en que hemos puesto más esperanzas”.
Surgen poetas en España con gran entusiasmo y Juan Ramón, modernista, poeta puro, fue la puerta que se abría hacia la poesía nueva. El poeta de Moguer alargó su sombra gigantesca de aciertos y de revelaciones sobre los poetas noveles que despuntaban en el panorama vanguardista español.
Así respondió Juan Ramón: “Su poeta vino y me hizo una excelentísima impresión. Me parece que tiene un gran temperamento y la virtud esencial a mi juicio en arte: entusiasmo. Me sería muy grato no perderlo de vista.”
Tenía Lorca una arrebatadora personalidad, y sus grandes virtudes como pianista, conversador, y gran capacidad para declamar poesía y teatro, junto a su amplia cultura, hacían de Lorca un referente.

Los temas de su literatura

La literatura de Lorca entronca con los grandes temas: el amor, el destino, el tiempo, la soledad y la muerte, al igual que las tramas de su teatro, cuyos personajes quedan condicionados por tan humanos y esenciales conceptos. El rasgo tan propio del lorquismo, fue ese hermanamiento con los sectores más desfavorecidos de la sociedad: los gitanos del Romancero Gitano o los humillados por el sistema capitalista del Poeta en Nueva York.  

García Lorca condensa todo el sentir de la mujer en sus sueños y sus luchas, temas arraigados en las fibras más íntimas del alma femenina. Aparecen como grandes figuras, sujetas por una severa educación, calladas soportan estoicamente las normas impuestas, pero con una carga violenta capaz de anegar la tierra con su fuerza cuando tienen que defender a su hijo, su amor, o la libertad. Desafían hasta la propia muerte.

Así, Lorca tomó partido decididamente por un papel de la mujer que entonces rozaba el escándalo. 

Tampoco se calló cuando tuvo que defender a ultranza la cultura. En 1931, leyó este manifiesto a favor de los libros en la inauguración de la biblioteca pública de su pueblo natal, Fuente Vaqueros. “Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole, si la fiesta es de su agrado, lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí: ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’ —piensa—, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Esta es la melancolía que yo siento —no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin—, sino por todas las criaturas que por falta de medios y para desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida, y es bondad, y es serenidad y es pasión. Por eso no tengo nunca un libro; porque regalo cuantos compro —que son infinitos—, y por eso estoy aquí, honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada. 

Cultura porque solo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz. No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, sino medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos».