El Papa Francisco celebra la Misa de Pascua: «Para tener esperanza hay que alimentar la memoria: ¡Recuerda y camina!»
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Durante su homilía en la Vigilia del Sábado Santo, el Papa Francisco recordó que la Pascua del Señor nos lleva de vuelta a nuestro pasado de gracia, nos hace regresar a Galilea, el lugar donde comenzó nuestra historia de amor con Jesús. Esto significa que nos pide que revivamos ese momento, esa situación, esa experiencia en la que encontramos al Señor, sentimos su amor y recibimos una nueva y resplandeciente perspectiva de nosotros mismos, de la realidad y del misterio de la vida.
Recuerda y camina: regresar a Él
Durante su homilía, el Papa Francisco afirmó que el Señor, quien es experto en remover las piedras sepulcrales del pecado y del miedo, desea iluminar nuestra memoria santa, nuestro recuerdo más hermoso, y hacer presente el primer encuentro con Él. El Papa nos exhorta a recordar y caminar, regresar a Él y recuperar la gracia de la resurrección de Dios en nosotros. «Sigamos a Jesús en Galilea; encontremos y adoremos allí donde Él nos espera. Revivamos la belleza del momento en que, después de haberlo descubierto vivo, lo proclamamos Señor de nuestra vida«. El Papa nos invita a volver a nuestra propia Galilea, la del primer encuentro, para renacer a una vida nueva.
Las mujeres visitaron el sepulcro
El Evangelio relata que las mujeres «fueron a visitar el sepulcro» (Mt 28,1), pensando que Jesús se encontraba en el lugar de la muerte y que todo había terminado para siempre. En ocasiones, como señaló el Papa Francisco, nosotros también podemos pensar que la alegría del encuentro con Jesús pertenece al pasado, mientras en el presente vemos principalmente tumbas selladas: las de nuestras desilusiones, nuestras amarguras y nuestra desconfianza; las del «no hay nada más que hacer», «las cosas nunca cambiarán», «es mejor vivir al día» porque «no hay certeza del mañana».
El Papa también afirmó que nosotros también hemos experimentado el sabor amargo del cansancio cuando hemos sido atenazados por el dolor, oprimidos por la tristeza, humillados por el pecado; cuando hemos sentido la amargura de algún fracaso o el agobio por alguna preocupación, y hemos visto apagarse la alegría en nuestros corazones. A veces, simplemente hemos experimentado la fatiga de llevar adelante la cotidianidad, cansados de exponernos en primera persona frente a la indiferencia de un mundo donde parece que siempre prevalecen las leyes del más astuto y del más fuerte.
Impotentes ante el poder del mal
En ocasiones, nos hemos sentido impotentes y desalentados ante el poder del mal, los conflictos que dañan las relaciones, las lógicas del cálculo y de la indiferencia que parecen gobernar la sociedad, el cáncer de la corrupción, la propagación de la injusticia y los vientos gélidos de la guerra. Incluso, quizá nos hayamos encontrado cara a cara con la muerte, ya sea porque nos ha quitado la dulce presencia de nuestros seres queridos o porque nos ha rozado en la enfermedad o en las desgracias, y fácilmente quedamos atrapados por la desilusión y se agota en nosotros la fuente de la esperanza. De esta manera, por estas u otras situaciones, nuestros caminos se detienen frente a las tumbas y permanecemos inmóviles, llorando y lamentándonos, solos e impotentes, repitiéndonos nuestros «por qué».
«Sin embargo, las mujeres en Pascua no se quedaron paralizadas frente a una tumba, sino que -dice el Evangelio- «atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos» (v. 8). Llevan la noticia que cambiará para siempre la vida y la historia: ¡Cristo ha resucitado! (cf. v. 6). Y, al mismo tiempo, custodian y transmiten la recomendación del Señor, su invitación a los discípulos: que vayan a Galilea, porque allí lo verán (cf. v. 7)».
Pero, ¿qué significa ir a Galilea? En primer lugar, salir del encierro del cenáculo para ir a la región habitada por las gentes (cf. Mt 4,15), salir de lo oculto para abrirse a la misión, escapar del miedo para caminar hacia el futuro. En segundo lugar, según el Papa Francisco, significa volver a los orígenes, porque precisamente en Galilea había comenzado todo. Allí el Señor encontró y llamó por primera vez a los discípulos. Por tanto, ir a Galilea significa volver a la gracia originaria; significa recuperar la memoria que regenera la esperanza, la «memoria del futuro» con la que hemos sido marcados por el Resucitado.
Puedes leer el mensaje Urbi et Orbi del Santo Padre Francisco aquí.
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