Las balas a la vuelta de la esquina, por Rafael Ortega
Sí, ahí están, a la vuelta de la esquina. Ucrania está muy cerca de nosotros y nosotros nos empeñamos en pensar que está lejos, muy lejos, y que es una noticia diaria a la que nos hemos acostumbrado, como la desgracia del terremoto de Turquía y Siria.
180.000 bajas rusas, 100.000 ucranianas y 8 millones de desplazados es el resultado de un año de guerra bestial que inició un nuevo Hitler, capaz de querer arrasar y asesinar a todo aquello y aquel que no comulgue con su mente embarcada en este nuevo holocausto.
Y mientras nosotros vemos como los líderes occidentales viajan a Kiev, que se disputan entre sí el ver quién es el más macho o hembra y quién es capaz de regalar armas, en muchos casos fuera de servicio en sus países de origen, pero sobre todo quién es el ir pone más cara de pena en este mes de febrero carnavalesco.
Por eso, hemos visto a nuestro Sánchez casi con la lágrima en el ojo para hacer olvidar problemas interiores y con el otro ojo puesto en la campaña electoral.
Seamos serios señores políticos que nos gobiernan desde el país de la hamburguesa hasta el de los calamares fritos, pasando por todos estos vecinos europeos convertidos en parques temáticos y que no encuentran soluciones serias para este conflicto que llena los bolsillos de los fabricantes de armas y cubre el mapa de un país de fosas comunes.
No basta con que algunos, incluido el Papa, hagan llamamientos un día sí y otro también a la concordia y a la paz. Es necesaria una unidad seria de los países y menos folklore televisado. Hacen falta propuesta de paz en la que se indique que todos tienen un ceder.
Pero ya se sabe como somos los humanos desde Caín y Abel. Hemos pasado de la quijada de un burro a las armas más sofisticadas par acabar con el hermano, que no olvidemos está hecho a imagen y semejanza de Dios, aunque ante esta situación sea difícil y complicado creer esto.
Un año ya de guerra, de sufrimiento, de muerte y nosotros pensando en las vacaciones de Semana Santa, donde, no lo olvidemos, un hombre dio su vida para salvarnos de nuestros pecados.
Ahí es nada Putin.