Este 7 de octubre, con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, numerosos movimientos eclesiales y entidades sociales se han unido bajo el lema “Trabajo decente: derecho, no privilegio”, para denunciar las condiciones de precariedad que siguen marcando la vida de millones de personas trabajadoras, especialmente migrantes.
En un contexto donde el trabajo no siempre garantiza una vida digna, la Iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) vuelve a poner sobre la mesa la urgencia de reivindicar el trabajo como un derecho humano fundamental, no como un lujo reservado a unos pocos.
En este año del Jubileo de la Esperanza, la campaña centra su mirada en una de las realidades más silenciadas y dolorosas: la de las personas trabajadoras migrantes, muchas de ellas invisibles y atrapadas en situaciones de explotación, inestabilidad e inseguridad. «Su trabajo sigue marcado por la precariedad y el escaso reconocimiento social«, denuncian desde ITD.
Una convocatoria plural y comprometida
A esta jornada se han sumado diversos movimientos de Iglesia que, desde su compromiso con el mundo obrero y la defensa de los derechos humanos, hacen suya esta denuncia colectiva. Hermandades, organizaciones de acción católica, equipos de pastoral obrera, entidades solidarias y grupos parroquiales de base se unen en una misma voz para reclamar condiciones de trabajo justas y dignas para todas las personas.
Todos ellos coinciden en que el trabajo decente es aquel que respeta la dignidad de la persona, facilita la conciliación familiar, garantiza los derechos laborales, protege frente a la discriminación y asegura condiciones justas también en la jubilación.
“No podemos seguir normalizando que haya personas que trabajan sin derechos, sin contratos, sin salario justo, o en condiciones que atentan contra su salud y su dignidad”, subrayan los organizadores.
Durante el viernes 10 de octubre, la Jornada Mundial por el Trabajo Decente se hará visible en numerosas ciudades del país con actos públicos, celebraciones y gestos comunitarios que recuerdan que el trabajo es un derecho y no un privilegio. En lugares como Ávila, Ciudad Real, Córdoba, Madrid y muchas otras localidades, comunidades cristianas y organizaciones sociales se darán cita para alzar la voz por quienes siguen sufriendo condiciones laborales injustas, y para renovar el compromiso por una sociedad más humana y fraterna.