Luz de noche, por Miguel Calvo

Suena el frío de la piedra,
el silencio de la luz oscura,
el ritmo de los límites del tiempo y el espacio.

Eduardo Chillida

Convencido de poder atrapar los límites del tiempo y del espacio, la luz es el principal material de las esculturas de Eduardo Chillida.

Una luz que simboliza un aspecto fundamental para la vida y cuya búsqueda se convirtió en un elemento esencial dentro de las obras del escultor vasco, quien siempre se sintió mucho más cercano a esa luz oscura que ilumina las regiones del norte y que se encuentra en clara oposición a la luz blanca y luminosa propia del Mediterráneo y de las antiguas culturas que nacieron a su alrededor.

En pleno invierno, es muy fácil pensar en esa misma luz a medida que caminamos por un estrecho sendero rodeados del frío de estos días tan cortos del mes de enero.

A lo lejos, las cumbres de la sierra dibujan el horizonte que rompe el paisaje modelado por el blanco de la escarcha de la última helada. Paso a paso, el camino serpentea entre el frío de la piedra y el hielo. La niebla termina de difuminar los límites entre el suelo y el cielo. Y, en medio del silencio, una luz tenue y blanquecina nos recuerda que pronto volverá a anochecer y todo cambiará de nuevo bajo un manto de oscuridad.

No en vano, al mismo ritmo pausado que marcan nuestras pisadas sobre el suelo helado, jugamos con los versos de Jon Fosse, premio Nobel de Literatura en 2023 e incansable buscador de esa luz casi mística que emana de sus poemas: “Dentro de la montaña, en la oscuridad, atravesamos la montaña. Sólo andar por la montaña, andar despacio (…) Porque la lluvia tiene una luz y la oscuridad tiene una luz como la luz de un barco en el fiordo o de una casa solitaria junto a tierra en algún sitio”.

De vuelta a casa, cerramos de nuevo la puerta que detiene el paso a la noche que rápidamente se apodera de todo.

Afuera, las luces artificiales que durante unas semanas inundan las calles más comerciales ya se han apagado.

Sobre la mesa, volvemos a encender las velas que todavía nos recuerdan los días de Adviento.

Y, a medida que nuestras sombras se proyectan y balancean sobre la pared al ritmo de la llama de la candela, volvemos a pensar en esa luz de noche. En esa luz entre lo perecedero y lo infinito. En esa luz que nace cada mes de diciembre y que cada invierno nos invita a guardarla dentro de nosotros para acompañarnos durante todo el resto del año.

Miguel Calvo. Simpatizante del Centro de Hermandades del Trabajo de Ávila.

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